Había una vez tres hermanas.
Una era vaga y vaga.
la segunda era malvada y despreciable.
Y la tercera era inteligente, hermosa y costurera, era
un placer verla.
Una mañana, un carro se detuvo ante su puerta.
Las hermanas salieron a ver quién había llegado.
En el carro estaba sentada una anciana desconocida.
- ¿Quién eres? - preguntaron.
- Soy el Destino. Ha llegado el momento de que se casen.
El destino las subió a un carro y se las llevó a casarse.
Se detuvieron en el primer pueblo.
Ven a un tipo arando el campo y en sus manos cualquier tarea va bien.
Si es necesario reparar o construir algo, todos corren hacia él.
“Este es el tuyo”, le dice Destino a la primera de las hermanas.
Dejaron a la hermana y siguieron adelante.
Fueron al siguiente pueblo.
El tipo que vive allí es un tipo que no rechaza ayudar a nadie.
Amable con todos. La gente no se cansa de él, es un gran tipo.
“Este es el tuyo”, le dice el destino a la segunda de las hermanas.
Dejaron a la hermana y seiguieron adelante.
Pararon en el tercer pueblo.
En la última casa, en el barro, junto al edificio más antiguo y ruinoso, yacía un borracho.
El destino detuvo el carro y dijo:
“Éste es tuyo”.
- ¡¿ pero Por qué ?! - suplicó la tercera hermana.
- Soy amable, buena y costurera.
¡Y me das tal novio!
Mira los maridos de mis hermanas: ¿porque no buscas uno como eso hombres para mi?
no habra uno asi para mi?
“Hay otros”, respondió el destino y, suspirando, añadiendo:
“¡Pero este se perderá sin ti!”
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