Un día, mientras subía a un tranvía de Berlín, Einstein, por costumbre, se sumergió inmediatamente en la lectura. Luego sacó del bolsillo el dinero que había calculado previamente para el billete y, sin mirar, se lo entregó al revisor.
“Aquí no hay suficiente”, dijo el conductor.
“No puede ser”, respondió el científico, sin levantar la vista del libro.
“Y les digo que no es suficiente”.
Einstein volvió a negar con la cabeza y dijo que esto no puede ser. El revisor se indignó:
- Entonces cuéntelo, aquí: 15 pfennigs. Por eso faltan cinco más.
Einstein rebuscó en su bolsillo y encontró la moneda adecuada. Se sintió incómodo, pero el conductor, sonriendo, dijo:
“Nada, abuelo, sólo necesitas aprender aritmética”.
***
Cierta señora le pidió a Einstein que la llamara, pero advirtió que su número de teléfono era muy difícil de recordar:
- 24-361. ¿Te acuerdas? ¡Repetir!
Einstein se encogió de hombros:
"¡Por supuesto que lo recuerdo, es tan simple!" Dos docenas y 19 al cuadrado.
***
A Einstein le encantaban las películas de Charlie Chaplin. Un día envió un telegrama al gran comediante:
“Tu película “Gold Rush” es entendida por todo el mundo y estoy seguro de que te convertirás en un gran hombre. Einstein."
Chaplin respondió:
“Te admiro aún más. Nadie en el mundo entiende tu teoría de la relatividad, pero aun así te convertiste en un gran hombre. Chaplin."
***
Un periodista, con una libreta y un lápiz en la mano, le preguntó a Einstein:
“¿Tienes una libreta o libreta donde anotas tus grandes pensamientos?
Einstein sonrió:
"¡Joven!" Los pensamientos verdaderamente grandiosos vienen a la mente tan raramente que no son difíciles de recordar.
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